Mujer

No, yo no era fanática de las películas de princesas, aunque reconozco que tengo una debilidad por Bella de «La Bella y la Bestia» porque ama leer y siempre creí que necesitaba lentes por la forma en que entrecierra los ojos para observar algo.

Sí, yo crecí con un libro pegado a las manos, anteojos y un gusto creciente por cosas que no son tradiconalmente «de mujeres», como los cómics, las películas de ciencia ficción y la literatura fantástica. Pero no soy la única.

Y sí, allá en mi México natal, pasé por muchas historias en que te das cuenta que el que dijo que ser mujer era como ser la princesa de los cuentos no sólo se equivocó, sino que además, era rotundamente ciego e idiota.

Crecí rodeada de mujeres. Un padre adorable, pero semi ausente, una mamá, una hermana, tías, primas, abuela. Primaria y secundaria en escuela de mujeres. Cuando entré a la «prepa» (bachillerato) tenía terror patológico a los hombres. Pero descubrí que no son monstruos, o al menos, no todos. Tuve buenos amigos, y poco a poco aprendí a salir de mi «esfera» femenina. Fue difícil, porque en esa etapa choqué con un profesor desagradable que me hizo propuestas indecorosas. Fue difícil no odiar a los hombres cuando mis problemas hormonales netamente femeninos me traían con anemia perniciosa, desmayos e incomodidad diez de doce meses al año. Parecía tan injusto. Después aprendí a aceptar que era natural.

Me casé muy joven y creo que carecía de la experiencia en mi propia feminidad para convivir con un hombre diez años mayor que yo. Cometí muchos errores. Construimos una relación destructiva y asfixiante, que por poco acaba con los dos. Puedo decir que en mi propia experiencia, fue casi suicida.

Embarazada, fui despedida de mi trabajo por mi condición.

Recién parida, tuve que recorrer la ciudad sola y sin ayuda para poder estar con mis hijos.

Con dos hijos, tuve que trabajar de sol a sol para sacarlos adelante.

Sufrí, lloré y me arrastré.

Pero también viví como mujer cosas maravillosas. Parí. Fui madre y tuve dentro de mi los corazones de mis hombrecitos divinos. Amamanté. Fui maestra y confidente de adolescentes que no eran «míos». Bailé. Salí del encierro del matrimonio sufrido y redescubrí la diversión del maquillaje y el barniz de uñas. Estudié. Aprendí. Me titulé. He escrito ensayos, investigaciones, artículos, tesis… he leído, viajado y disfrutado. No sé cómo lo hacen los hombres. Vivo rodeada de ellos y aún son un enigma maravilloso y fascinante.

Y volví a enamorarme. Atravesé el océano y llegué a esta tierra donde ser mujer parece más complicado todavía.

¿Porqué? No hay la misma dicriminación y el acoso sexual es mucho menor.

¿Entonces? Creo que son las propias mujeres quienes acá se exigen demasiado. Hay que ser profesionista exitosa y ganar bien. Hay que ser mamá a la edad adecuada. Hay que mantener todo perfecto. Yo, la verdad, no puedo.

Soy un ama de casa regular, y eso que cuento con la ayuda imbatible de mi bretón que lava platos y colabora en todo lo que puede. Pero ambos trabajamos y ambos estamos cansados.

Trabajo, pero mi salario no es extraordinario.

Soy mamá apegada, amorosa y chiclosa con mis hijos. No me arrepiento, el tiempo pasa volando y no tendré otra oportunidad para llenar su corazón de memorias suaves y reconfortantes.

Pero acá…mmmhhh. Como que no se ve muy bien.

Y está el asunto omnipresente del apellido. No me cuadra que en una sociedad tan liberada y feminista te adjunten el apellido de tu marido por costumbre. No es ley. No es oficial. Pero para el caso, como si lo fuera. Es cansado discutir por un nombre, aunque yo no paro un segundo. Martínez nací y Martínez me voy a morir.

Y ahora, toda esta historia de feminidad viene a mi de una forma renovada, dolorosa y emocionante: tengo una hija cuyo corazón late en mi pancita (ejem, panzota de ocho meses de embarazo).

mujer

Quiero que viva, disfrute y se apropie del mundo como ser humano, como mujer, como persona plena y feliz.

A ella le digo «No mi cielo, no serás una princesa. Seremos hechiceras juntas, recocinaremos el mundo para que nuestra feminidad sea simplemente humanidad. Ya te quiero, y deseo que tu lucha sea menos dura y áspera que la de tus abuelas, tus bisabuelas y tu madre.»

Y eso es en lo que pienso cuando pienso que soy y adoro ser mujer.